Antonio Guzmán Blanco: “Su Gobierno (el de Soublette) tuvo dos épocas. La primera que ofreció al mundo el modelo de la República perfecta. La autoridad, moderada y circunspecta, desdeñaba las pasiones del partido que apoyaba, respetando y hasta protegiendo los derechos de la oposición que combatía. Esa fue la época de nuestro parlamentarismo”.
El siglo XIX venezolano es probablemente el periodo más olvidado de nuestra historia. Por lo menos yo me confieso en gran medida ignorante de esa etapa.
Sabemos, más o menos, que sucede desde 1810 hasta el 1824, después se dibuja en nuestras mentes una niebla, una bruma que no nos deja ver mucho más de lo que sigue. Escuchamos algo de unos Monagas, vemos más luz con el Guzmancismo (que pareciera ser la época más iluminada de ese siglo después de la independencia) y otra vez la relativa oscuridad de una serie de presidentes y militares hasta llegar a Cipriano y el siglo XX. Es lamentable que eso sea así, no obstante con el tiempo y la aproximación a ese siglo me he dado cuenta de que hay varios periodos de mucha valía para estudiar y comprender. Por ejemplo cada día para mí es más evidente que los años que corren desde 1830 a 1848 son los de un ensayo relativamente exitoso de civilidad (aunque con esto no me refiera estrictamente a gobiernos puramente civiles) en contraste a lo que tocará con el resto del siglo.
En efecto en ese lapso podemos observar en el país una observancia a las leyes y normas de la Constitución de 1830, que estuvo vigente unos 28 sorprendentes años, impresionantes en un país que ha tenido en un plazo tan corto de existencia unas 26 constituciones. Fue un periodo de respeto a la disidencia, de libre expresión, de libertad para el debate de ideas. Los gobernantes de turno en aras de cimentar una institucionalidad duradera no buscaban por lo pronto ni reprimir ni eternizarse en el poder. El Estado estaba modelado de manera similar a los Estados liberales de EEUU y Europa. La doctrina liberal buscaba en última instancia defender la libertad individual de cada ciudadano. Por ello lo esencial y prioritario para los liberales de esa época era el debate y la deliberación pública de todos los ciudadanos como elemento formativo de la sociedad, como medio para fortalecer los derechos individuales. Todo esto en una sociedad de conciencia monárquica donde la confrontación de ideas y el cuestionamiento a la autoridad eran en todo caso algo nuevo.
En definitiva se buscaba formar ciudadanos industriosos, quienes a través del comercio y principalmente la agricultura, generarían no solo riqueza individual, sino que a través de impuestos, enriquecería a toda la nación. El Estado por ello se encargaría de pocas cosas, entre ellas garantizar el respeto a la ley y la seguridad.
Así se construyó Venezuela en sus primeros años independentistas bajo el brillo de eximios civiles. Entre ellos Santos Michelena, José María Vargas (primer presidente civil del país 1835-36), Antonio Leocadio Guzmán, Diego Bautista Urbaneja, Tomás Lander, entre otros. Ese último personaje fue una mente de las más brillantes de su época y una de las que más admiro. Civil, nunca ejerció cargos de alto gobierno. Fue agricultor, empresario, hacendado y vigoroso defensor de los derechos individuales de los ciudadanos contra los posibles abusos del poder. Su periódico, El Venezolano, fue fundamental en la creación en 1840 del Partido Liberal, que le haría oposición al gobierno. Siempre instó al ciudadano común a pronunciarse, a opinar, a debatir y a no dejarse amilanar ante cualquier trasgresión de las libertades individuales.
Además de todo lo dicho hay otro elemento muy resaltante y hasta me atrevería decir insospechado por muchos, y es que estos primeros años de República lo fueron también (y quizá los únicos) de férreo anti-bolivarianismo. No podía ser de otra manera, el separatismo venezolano de la República de Colombia fue impulsado en gran parte por los liberales que veían en el pensamiento político del Libertador un serio problema para sentar las bases de un gobierno despersonalizado, civil, liberal, controlado y próspero. Veamos en una breve cita del libro biográfico de Migdalia Lezama una crítica ácida de Lander contra el Libertador y sus planes políticos hacia 1830:
“Después de que Bolívar ha derrocado las instituciones liberales que se había dado la nación: después de que ha hecho sacrificar tantas víctimas a sus planes liberticidas: después de que ha destruido el comercio, la agricultura y todos los ramos de la industria, y en fin después de que con una hipocresía vergonzosa ha querido engañarnos para ceñirse la corona, se quiere que le tributemos elogios?”(Lezama, 2011, p.31)
Como se aprecia, y en contraste con nuestra historia, y en especial con nuestro tiempo actual, los venezolanos de esa época no le tributaban muchos elogios al Libertador y los liberales atacaban y cuestionaban su pensamiento político.
Es así como en estos 18 años de pensamiento anti-bolivariano un Páez militar aunque con una vocación institucionalizadora, pierde las elecciones presidenciales en el 35 y le entrega el poder a un adversario político, el Dr. Vargas, siendo esta la primera vez en nuestra historia que se ejercite exitosamente la alternancia en el cargo entre un gobernante y un opositor. También en ese año se da el primer golpe de Estado de nuestra historia con la llamada “Revolución de las Reformas” liderada por bolivarianos pero que afortunadamente no prospera porque el gobierno de Vargas saca de su retiro a Páez, lo hace líder del ejército y éste restablece el orden nuevamente, entregando el poder delegado al presidente rehabilitado. Serán los años del denominado parlamento deliberativo debido al importante papel que tendrá este órgano en la vida política del país, incluso por encima del Poder Ejecutivo.
A pesar de que Soublette y Páez, dos militares, gobernaron también el país constitucionalmente hasta 1846, no obstante, fue un periodo donde se respetaron las leyes y se procuró el apego a la institucionalidad. Dejando de lado el breve incidente del 35, el hilo constitucional no fue roto seriamente y las libertades civiles fueron respetadas y estimuladas. Las cosas empezaron a degenerar hacia los últimos años de este periodo. Con la asunción de José Tadeo Monagas en el 46, electo por el partido conservador pero formalmente un independiente y afecto al “bolivarismo”, la nave de la República empezará su largo proceso de naufragio que caracterizará todo nuestro siglo XIX. Incluso antes de esa elección el monopolio en el poder que había estado ejerciendo el partido conservador (así llamaba el partido liberal a los que estaban en el gobierno, a pesar de que ideológicamente también eran liberales) desde el año 40, fecha de la fundación del partido liberal, amenazaba con generar una situación de inestabilidad política seria puesto que la oposición organizada en el partido liberal se le estaba negando el acceso al poder a largo plazo. El proceso electoral y los ataques y acusaciones de los conservadores en contra de Antonio Leocadio Guzmán, quien tenía grandes oportunidades de ganar la presidencia en el 46, son un buen ejemplo de la degeneración política que se empieza a observar. Sin embargo, el corolario a este inusual periodo de estabilidad y gran civilismo llegará con el asalto al Congreso en 1848 por parte de Monagas, quien a través de sus partidarios irrumpe en el Poder Legislativo y causa la muerte de muchos diputados conservadores, con lo que formalmente el periodo de respeto a las formas y a la Carta Magna se ve seriamente resentido iniciándose una serie de gobiernos de carácter autocrático y de vocación personalista en el poder. Así Monagas destruye de un solo “bayotenazo” un orden institucional que se había viniendo construyendo desde 1830 con sus defectos y virtudes.
Por lo brevemente ya dicho, es una época que merece la pena estudiar; un momento histórico olvidado en el cual se llevó a cabo un intento muy apreciable de construcción de un Estado Liberal pero que los azares de los sucesos posteriores llevaron a su destrucción y al personalismo autocrático. No obstante, relata cómo nuestros comienzos republicanos tuvieron un brillo particular que hoy día no es considerado así.
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